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Falsificaciones y engaños en la Iglesia católica (página 2)




Enviado por JUAN RODRIGUEZ



Partes: 1, 2

Los milagros más audaces lo hicieron en la
Iglesia preconstantiniana los mártires. San Lorenzo, asado
en la parrilla, filosofa sobre la Roma pagana y cristiana.
Exageraciones repugnantes. Todo el octavo libro de la Iglesia de
Eusebio está lleno e mentiras. Los santos no lo
serían si después de muertos no realizan milagros.
En la persecución contra los cristianos en las Galias, en
el año 177, bajo Aurelio -que según el historiador
de la Iglesia Eusebio costó "decenas de miles de
mártires", mientras que en el Lexikon für
Theologie und Kirche 
sólo quedan ocho- "los
sanos mártires tuvieron que soportar suplicios que son
superiores a cualquier descripción" (Eusebio). Tras la
extinción de los mártires, por lo que atañe
al lado católico fueron especialmente los monjes, pero
también buen número de obispos, quienes comienzan a
asumir un papel milagroso.

En los siglos IV y V todo el mundo, laicos,
clérigos e incluso emperadores, creían en el
milagro. Y un santo no lo es sin milagros. Los historiadores de
monjes cristianos son tan poco de fiar como los fabricantes de
mártires cristianos. La mayoría e estos relatos
proceden de cualquier libro o de su fantasía y eran
costumbre literaria. Al parecer el primer monje cristiano, san
Pablo Eremita, se alimentaba como el profeta Elías, un
cuervo le trajo el medio pan durante sesenta años por
mandato de Dios.

En lugar de los textos apócrifos, cada vez
más endiablados y arrinconados, aparecieron en la Iglesia
Antigua los devocionarios populares, textos recreativos muy
apreciados y leyendas puras, novelas triviales (leyenda viene
de legenda, lo que ha de leerse, ha de leerse al
pueblo en los servicios religiosos). Pero al contrario de lo que
suele creerse, las leyendas, durante siglos, hasta finales de la
Edad Media , no surgieron del pueblo sino que fue el clero el que
las creó para el pueblo, aparecieron en especial en los
monasterios y en las sedes episcopales, allí donde mejor
provecho se les podía sacar. El embuste de los milagros en
las leyendas de los santos, que comienza en el cristianismo con
el Nuevo Testamento aunque ya se daba en el Antiguo Testamento,
ha debido proporcionar a la Iglesia más oro y poder que
todas las incontables falsificaciones que se
hicieron sólo por codicia.

Los milagros de Jesús son verdaderos porque son
sus milagros y en ellos se basa la Iglesia católica. Los
milagros de los demás no son verdaderos porque son de los
otros y el catolicismo no los puede utilizar. Con su
reconocimiento de desvalorarían los propios.

El engaño
de las reliquias

La adoración a las reliquias se basa en la
creencia de que en los héroes, profetas actúan
fuerzas especiales, que se mantienen activas después de la
muerte (Reliquiae = restos) En el hinduismo sólo
algunas sectas tienen reliquias, en el budismo gozan de gran
predicamento. El judaísmo no conoce el culto a las
reliquias. El culto cristiano a las reliquias estuvo destinado al
principio a los sepulcros y comenzaron a comerciar en el siglo
IV. El primer testimonio del naciente culto cristiano a las
reliquias es el tantas veces falsificado relato del martirio de
Policarpo, comenzando ese culto en la tumba del mártir.
Después del propio santo, los principales son las
herramientas del martirio. Así por ejemplo, san Lorenzo
fue decapitado, pero para los cristianos posteriores esto
resultaba demasiado simple, así que alrededor del 400 se
afirmó que le habían asado a la parrilla y su
parrilla se veneró como reliquia. El primer traslado de
cadáver entero de un mártir se produjo en Antioquia
el 354, cuando se llevó a san Babilas a Dafne para
aniquilar allí el culto a Apolo. Poco a poco todas las
iglesias querían tener sus propias reliquias de
mártires y finalizando el siglo VI casi todas ellas las
tenían.

Las reliquias no sólo se necesitaban para la
"gloria de los altares". Los cadáveres santos
protegían también contra todo tipo de diabluras y
defendían contra infinidad de males. Por eso los
gobernantes, las comunidades y particulares deseaban tenerlos..
Las reliquias desempeñaron también un papel en la
conclusión de los tratados, se hicieron juramentos en su
presencia y sobre todo se las llevó en la guerra. En casos
de guerra o de pestes era de gran ayuda los cadáveres
santos, los esqueletos y reliquias santas. El padre de la Iglesia
Teodoreto , el primer teólogo del culto cristiano a las
reliquias, escribía que el más pequeño trozo
de una reliquia tenía el mismo efecto que ésta
completa (luego lo mismo se diría de la hostia
consagrada).

Crearon la categoría de las reliquias de
contacto, en virtud de la cual cualquier objeto que estuviera en
contacto con una reliquia, sobre todo con la tumba de los santos,
se convertía asimismo en reliquia cuando la fuerza
sobrenatural de la auténtica pasaba a la ahora ya
auténtico.

María quedó fuera de esta práctica
hasta el siglo V; es a finales del siglo IV cuando se construye
la primera iglesia dedicada a María en Roma. Es en el
Concilio de Éfeso cuando Cirilo logra imponer a base de
sobornos el dogma de la maternidad divina de María y
cuando se pasa al culto de María. El culto cristiano a las
reliquias guarda una relación de dependencia inseparable
con el culto a los mártires y a los santos. Y con el
peregrinaje para llegar hasta ellos. Los viajes a los llamados
centros santos por motivos religiosos. La idea de que la
divinidad se manifiesta en determinados lugares con preferencia a
otros. El paganismo, el judaísmo y los celtas conocieron
las romerías.

Indulgencias

El 31 de octubre de 1517 clava airado en el
pórtico de la iglesia local Lutero, el hasta entonces
monje de la orden de los agustinos, desconocido -al menos fuera
de Wittenberg-, 95 tesis contra el comercio de indulgencias
dentro de la iglesia. El panfleto, escrito en latín, del
profesor de teología de "Leucorea" –universidad fundada
recientemente por el príncipe elector sajón,
Friedrich el Sabio-, despotrica de manera enérgica contra
el santo padre de Roma, que sanciona esta costumbre de comprar
literalmente a los cristianos arrepentidos los pecados en nombre
de nuestro Señor: "Cuando el dinero suena en el cepillo,
escapa el alma del purgatorio", predica el traficante papal de
indulgencias Johann Tetzel por todo el país.

La indulgencia se basa en una complicada
construcción teológica: Es cierto que al cristiano
arrepentido se le perdonan los pecados por la confesión;
la confesión le libra del infierno. Pero quedan algunos
castigos por los que el arrepentido debe purgar, tras su muerte,
antes de ser admitido en el cielo. Estos castigos o penas puede
el creyente borrarlos también totalmente o en parte en
vida mediante las buenas obras, por ejemplo mediante
peregrinaciones o ayuda al prójimo. La denominada
remisión de pecado puede también ser aplicada al
muerto de modo representativo, para que así alcance con
más celeridad el cielo. La Iglesia posee el derecho de
extender la bula a este fin.

En la época de Lutero el Vaticano comercializa la
indulgencia para llenar las arcas de la Iglesia : en lugar de
realizar una obra buena para librar a las almas del purgatorio,
quien obtiene indulgencias puede conseguir el mismo resultado con
dinero, sencillamente comprando una bula autorizada por el
papa.

Por mandato del santo padre y de los obispos del
país recorren locuaces predicadores Alemania, como el
dominico Tetzel, tratando de aflojar el bolsillo a la gente
sencilla con la promesa de la bienaventuranza eterna para su
padre o su madre; el negocio resultaba muy lucrativo en una
sociedad en la que, como la de la prerreforma, la conciencia de
culpa y pecado estaba muy extendida, como ocurre con la angustia
ante la condenación eterna en la Edad Media
tardía.

Rebelión ha publicado este artículo con
el permiso del autor mediante una licencia de Creative
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Juan Rodriguez

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